Filipinas vive una situación de caos y
las mafias locales la aprovechan para robar niños filipinos y
extranjeros que están perdidos o han quedado huérfanos para luego
venderlos. El gobierno calcula que dos millones de niños están sin sus
padres tras el paso de Haiyán. La Asociación Kailpay, de la española Ana María Balcells, trabaja sin descanso para evitar esos raptos.
Desde
2007 dirige una fundación que ha dado techo y educación a cientos de
menores. Tras el devastador tifón Haiyán, Ana alerta del grave peligro
que corren los niños huérfanos: "Les secuestran y desaparecen para
siempre. Les quitan los órganos que hagan falta, el corazón, el hígado o
los riñones".
Antes del tifón, dos millones de menores vivían en las calles de Filipinas. Una cifra que ahora ha aumentado dramáticamente. Una desgracia que las mafias ven como un gran negocio. Tras el devastador tifón Haiyán, Ana alerta del grave peligro que corren los niños huérfanos: "Les secuestran y desaparecen para siempre. Además de traficar con sus órganos, venden a los niños para prostituirles. Si no están en Filipinas, a muchos les mandan a países árabes, a España o América, y ahí, en plan escondite, son utilizados en todo".
Los soldados filipinos no sólo realizan controles para detener a los saqueadores de centros comerciales, que ya han asesinado a ocho guardias de seguridad. El ejército también comprueba que no roban niños para explotarles poniéndolos a mendigar. A pesar de la constante amenaza, los menores no pierden la sonrisa y agradecen la ayuda que reciben, por pequeña que sea.
Fuente: La Sexta Noticias
Antes del tifón, dos millones de menores vivían en las calles de Filipinas. Una cifra que ahora ha aumentado dramáticamente. Una desgracia que las mafias ven como un gran negocio. Tras el devastador tifón Haiyán, Ana alerta del grave peligro que corren los niños huérfanos: "Les secuestran y desaparecen para siempre. Además de traficar con sus órganos, venden a los niños para prostituirles. Si no están en Filipinas, a muchos les mandan a países árabes, a España o América, y ahí, en plan escondite, son utilizados en todo".
Los soldados filipinos no sólo realizan controles para detener a los saqueadores de centros comerciales, que ya han asesinado a ocho guardias de seguridad. El ejército también comprueba que no roban niños para explotarles poniéndolos a mendigar. A pesar de la constante amenaza, los menores no pierden la sonrisa y agradecen la ayuda que reciben, por pequeña que sea.