“Llevo casada 17 años pero nunca hemos tenido hijos. Hemos intentado tratamientos de infertilidad y nada. Probamos a adoptar por la vía oficial, pero los niños disponibles en las casas de acogida están enfermos o discapacitados; y aun así, teníamos a 200 personas por delante en la lista de espera. Así que mi marido encontró mensajes en Internet de gente que tenía niños para adoptar; les contactamos y dejamos a nuestra vez nuestros datos en algunos foros y grupos de redes sociales. Pero hasta ahora tampoco hemos conseguido nada. La mayor parte de las ofertas eran fraudes. Piden muchísimo dinero, 100.000 yuanes (13.350 euros), y no tengo nada claro que los bebés de verdad sean suyos. Pero siento que no tengo otra opción”.
Quien habla es Xue, una mujer de 38 años de Chongqing, en el centro de China. Su mayor anhelo es adoptar una niña de pocos meses. Y como cada vez más aspirantes a padres chinos, ante las dificultades de conseguirlo mediante el sistema público, ha recurrido a Internet para conseguirlo. Una vía en auge pero en la mayoría de los casos ilegal y susceptible de fraude. Y, sobre todo, un vehículo para el tráfico de menores.
“El fenómeno de las adopciones por Internet empezó hace una década y ha crecido velozmente”, apunta el profesor Jiang Quanbao, experto en Demografía de la Universidad Xi’an Jiaotong. Una plataforma, “Yuan Meng Zhi Jia” (“El hogar para hacer realidad los sueños”), creada en 2007, ha llegado a contar con más de 70.000 aspirantes a padres y más de un centenar de grupos en redes sociales. “Dado el gran número de usuarios de Internet, cabe esperar que las adopciones por esta vía sigan creciendo, y posiblemente con rapidez”.
La adopción cuenta con fuertes raíces en la costumbre china. Ante la importancia cultural de tener descendencia, tradicionalmente quienes no podían procrear se hacían cargo de hijos de otros familiares o conocidos.En los tiempos modernos, la política del hijo único y el rápido envejecimiento de la población son factores que han contribuido al interés por adoptar. Pero la demanda es muy superior a la oferta y el procedimiento lento, burocrático y caro. Según los datos del Ministerio de Asuntos Civiles, a finales de 2015 los centros públicos solo acogían a 92.000 de los 502.000 huérfanos chinos. Ese año certificaron 22.000 adopciones.
Internet ha venido a cubrir ese hueco entre la demanda y la oferta. Los padres interesados pueden encontrar foros donde aparecen anuncios como el de Yu, una trabajadora emigrante en la isla de Hainan, y que dice ofrecer a uno de sus dos hijos, un varón de un año “completamente sano”.
“Mi marido y yo nos hemos divorciado, él se ha vuelto a casar y yo no puedo hacerme cargo de los dos niños sola y con lo que gano… Intenté enviarlo a un orfanato, pero no lo aceptaron. El niño está ahora con su abuela en un pueblo en las montañas de Guizhou (una de las regiones más pobres de China), pero la abuela no puede cuidarlo bien. Prefiero que se haga cargo de él una familia que le dé un buen futuro”, cuenta, contactada mediante redes sociales.
Adoptar a través de la red, matiza Wang Zhenyao, director del Instituto Chino de Investigación sobre la Filantropía, “es un procedimiento bastante arriesgado, que no garantiza los derechos básicos de los niños”. No comprueba la idoneidad de los aspirantes a padres, sitúa a los pequeños en un limbo legal y a menudo conlleva el desembolso de una fuerte suma de dinero: aunque Lu asegura que ella no pide ninguna compensación económica, este tipo de acuerdos suele incluir de modo explícito o implícito un “pago de agradecimiento” de los padres adoptivos que puede rondar los 50.000 yuanes (unos 7.000 euros), el equivalente a ocho meses de un sueldo medio urbano en China.
Pero, sobre todo, apunta Zhang Zhiwei, abogado especializado en la lucha contra el tráfico de personas, “la adopción por internet encubre una gran cantidad de tráfico de menores. Muchos delincuentes utilizan esta vía para colocar a los niños traficados”. Y aunque es difícil saber cuál pueda ser la proporción de casos delictivos en las adopciones online, Wang confirma su existencia: “es difícil determinar la autenticidad de los datos de la familia original, lo que convierte en opaca la procedencia de estos pequeños”.
Algunos de estos niños pueden haber sido víctimas de secuestros, un fenómeno que según los cálculos más conservadores afecta a cerca de 20.000 menores en China cada año -la mayoría en áreas empobrecidas-, aunque algunos medios locales consideran que la cifra podría acercarse a los 200.000. En otros casos pueden ser las propias familias quienes los trafiquen. Una investigación del diario Southern Metropolis Daily el año pasado sobre 363 casos procesados por tribunales de primera instancia encontró que en un 40% los propios padres biológicos estaban implicados.
“Hay varias razones para la participación parental en el tráfico infantil”, explica el profesor Jiang. “La primera es la pobreza; sin medios para criar al niño, algunos se mantienen o satisfacen su necesidad de dinero vendiendo a su hijo”. El embarazo extramatrimonial, haber sobrepasado el número de hijos permitidos o el divorcio tras el cual ninguno de los ex cónyuges desea hacerse cargo del niño son otras de las causas.
El tráfico infantil es algo que China toma seriamente. En 2013 aprobó un plan especializado a siete años para combatirlo. Con regularidad su prensa informa de la desarticulación de redes de traficantes de menores; en más de un caso, redes que se servían de internet para sus fines. Pero aún puede hacer más. Los castigos para quienes venden niños son aún relativamente leves, recuerda Jiang. Y en la mayoría de los casos, los “compradores” tampoco reciben sanciones serias, algo que hace difícil que el público tome conciencia de la gravedad del problema.
Es una ambivalencia que deja en evidencia la propia Xue, la potencial madre adoptiva. Aunque critica a quienes piden fuertes sumas de dinero -“estamos hablando de un niño, no de una mercancía”-, también admite sin ambages que está dispuesta a desembolsar una compensación a quien le ceda un pequeño. “Podría pagar decenas de miles de yuanes”, reconoce.
PARTIDAS DE NACIMIENTO
Otro problema añadido para las adopciones por Internet es la dificultad de inscribir al pequeño en los registros oficiales, un requisito sin el cual no tendrá derecho a recibir servicios públicos. Eso ha generado un boyante mercado negro de certificados de nacimiento y de falsificaciones, que pueden llegar a costar en torno a los 100.000 yuanes. Esta semana, el periódico “Beijing News” informaba de una red en la que participaban instituciones médicas de diversas provincias -encargadas de emitir las partidas de nacimiento, según la legislación china- y que prometía obtener los documentos en dos semanas.
Fuente: El Pais
Texto: Macarena Vidal Liy
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